martes, julio 12, 2011

Amor en tiempos de Sexo


Advertencia: las siguientes palabras están manchadas de un tinte cursi, absolutamente ajeno a mi persona en condiciones normales, pero que suele aflorar cada 28 días.


Ya no son distancias inimaginables, guerras mundiales o desastres naturales los que impiden (o dificultan) que dos personas estén juntas. No, los tiempos han cambiado, ahora los únicos responsables somos nosotros mismos. Ya no es el amor en tiempos de cólera, ahora es el amor en tiempos de Sexo.
Está casi desvanecida la idea de que en un primer encuentro, no haya sexo. Sin ánimos de generalizar, pero es la tendencia. Entonces, después de un fogoso primer encuentro, se echa a andar como en marcha automática, por la misma ruta: sexo, sexo y más sexo...con o sin agregados, entendiendo éstos como el simple hecho de tomarse un copete, o la conversación post con las piernas cruzadas. Por lo general, va sin agregados el plato.
Es raro adaptarse a esa dinámica, que con el tiempo de vuelve mecánica; pero más raro es acostumbrarse a no esperar más del otro, y creo que ese es un defecto que a mi me tortura hasta el día de hoy. Acostmbrarse a lo práctico, frío y concreto, en vez de buscar y/o esperar (pero de verdad esperar!) alguien con quien, con el pasar del tiempo, relacionarse de manera cálida, tierna y honesta; el tema es que esas son condiciones que se dan con el tiempo, y el tiempo es uno de los factores que más se ha desvirtuado actualmente, no sólo en el plano sentimental, sino como estilo de vida.

Tener, hacerse o darse el tiempo no es cosa fácil, pero puta que es necesario.

¿Cómo, entonces, desarmo toda una estructura mental que se instauró hace años, y hago una remodelación completa para volver atrás, a lo que era antes, a cómo era antes? Sin dejar de lado las experiencias ganadas claro, pero empoderándome del aprendizaje consecuente a cada porrazo sentido, y bien sentido.

Es curioso si, como en este remolino de encuentros y desencuentros, basta con que haya uno que despierte sentimientos, para que invalide todo lo demás. Ahí me di cuenta que mandan los sentimientos, ahí decidí dejarme mandar por lo sentimientos, que son claramente más limpios que mis pensamientos. Y, aún en el remolino, el panorama parece despejarse un poco, sólo un poco, pero hace que las cosas cambien.

Y yo quiero recobrar eso, dar para recibir, en un intercambio espontáneo, sincero y (siendo crudamente honesta) con amor, con respeto, tolerancia y proyección.
No es poco pedir, pero tampoco espero menos a mis 25 años.
Y si me dieran a elegir ahora, preferiría volver a los tiempos de cólera, dónde las personas están dispuestas y quieren amar y ser amados, que a los tiempos de sexo, dónde amar es una lata, y para qué amar si se puede follar.

Me releo y me dá náuseas, pero al mismo tiempo, me saco un peso de encima al reconocer semejante testamento pasado a rosas.

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